I Hurtos del ocio os doy, pies numerosos que de zuecos calcé engañando días, bucólicos castigos amorosos, que hoy lamentan al Sol auroras frías; suspended los volúmenes gloriosos al rudo son de la zampoñas mías, mientras cuerdo escarmiento al mundo enseña loco mancebo flor, y ninfa peña. Fábula atrevo al soberano canto, que (sagrado Anfión) lográis con tino alternando al rumor del plectro santo dulce a David, y a Salomón divino. Vos en nuestra verdad profundo, cuanto sáfico griego, hexámetro latino materna voz premiad, que en la mentira tal vez moral virtud cubierta admira. Por hermano juzgad, coturno grave, la que al Betis fié rústica avena, Pólux partiendo al Cástor, que amar sabe sabia inmortalidad de estudios llena, si honra acredita, si provecho cabe, el saco que habitáis, y en quien dios suena renazca mi Narciso satisfecho, pues medra en él por vos honra, y provecho. Del verbo, For, Hermógenes deriva fábula, donde en dulces locuciones apócrifa al ingenio perspectiva, soberanas encumbre admiraciones; Alemón, en escuela primitiva, veneración de Euclides y Platones, investigó el principio, y torpe Jonia, Milesia infama, fabula Alemonia. Mendigado papel, ruda corteza necesitó el ingenio a esta mentira, y las obras burló a naturaleza, pues en sus copias fábulas admira, muda Filosofía es su agudeza, simple apologizar a un dios aspira, que en la transformación, y en la pintura yace bañado el Sol de sombra oscura. Reducida a materias diferentes varios nombres concibe, pues se llama apología, o moral; cuando prudentes y racionales, la razón se infama: cuando dioses describe omnipotentes, genealógica voz el vulgo aclama, mitológica invoca cuando entiende que en sí secreto natural suspende. Milesia, cuando vana, y sin provecho burla la edad, los años escarmienta, a quien culpa el apóstol, satisfecho que la inútil lección, lascivia aumenta: Crates y Albrico, que en su estudio an hecho loca demostración, bárbara afrenta, a Epicarmo y Fornuto den copiosas milesias dulces, áspides en rosas. Estas no mis trabajos acreditan, turbe Apuleyo la razón con ellas, que si milesias vicios solicitan, mitológicas dan virtudes bellas: toda academia fábulas habitan, todo poeta especulando estrellas sacros textos reposan, pues procura mitológicos modos la Escritura. Tal vez labios de dios son profecías, Joás las califica, en la embajada amenaza fatal, donde Amasías fábula teme la verdad sagrada: sabio Joatas inventa apologías, y en la montaña al Sol tiranizada los árboles convoca cuando elige ojoso rey, que los gobierna y rige. Sea fábula, pues, mudo conceto de la verdad, por ella vestigable, aviso en jeroglífico discretoSol, anagrama en oráculo inefable: no admito la que Jonia usó en Mileto, la que en Atenas sí, Grecia admirable; diamante flor lamento en fuente bella, lisonja del cristal, que burla della. Era estación del año el Cancro, y era venganza de Anteón, el can mordido, al mar precipitando la carrera por abismos de fuego, que ha encendido, la tosca piel, estrellas reverbera, su anhelo es llama, rayo es su latido, arde la edad, los árboles valientes gotas sudan, de frutas diferentes. Cuando libre marfil, oro animado, mármol beldad, soberbia habita un día el Cefiso, que en conchas elevado divulgaba cristal, plata vivía, verde gigante al Sol desmelenado, rayos burlaba, sombras redimía, logrando lecho a tálamo de amores, mullidas hierbas, y flamantes flores. Ninfa gentil Liriope, hija hermosa de los que elemental, y esencia pura partos de la materia prodigiosa primero fueron Caos y sombra oscura; divina vanidad a humana diosa el lisonjero sitio le asegura, y a la esmeralda fía el cuerpo bello, sierpes de oro al cristal dando el cabello. De fatigar venía en corvo turno robusto monte, que le paría fieras, cantando en las entrañas de Saturno las de aliento mayor, las más ligeras: de la prisión rescata del coturno cristal, que hace el cristal limpias esferas, donde el sitio, si amante ya lascivo admira de los dos cual es el vivo. Poderoso calor, lugar seguro, del lince Sol apenas penetrado, herido con temor de aliento puro, pues respirando en él siempre ha templado bordado pabellón de verde oscuro, con racimos de plata alcarchofado, su honestidad atreven, y aun a solas el pie recata a las traviesas olas. Desnuda ya, las hiedras desasidas de los esposos olmos se juzgaban, y a sus gentiles miembros traducidas, inmortales abrazos fulminaban: las parras amorosas y atrevidas requiebros de jacintos le tiraban, los árboles gemían, y las flores le rendían espíritus olores. Parleras avecillas mudas eran hojas también, o fruta entre las hojas, pues no trinan (temiendo que la alteran) con arpadas gargantas, sus congojas: los cristales riyéndose, la esperan tiñendo labios clavellinas rojas, y ella de mármol, o alabastro frío ninfa parece, de quien corre el río. Infunde al agua espíritus de fuego, arde el terso cristal, y el dios anciano del impensado incendio escapa luego, fuego las ninfas repitiendo en vano; sale abrasado, pero admira ciego blanco calzado pie en la limpia mano, Liriope le encoge, y él le bebe, que en verle helado arder, piensa que es nieve. Lisonjas de marfil hace turbada, los virgíneos vestidos previniendo, que argentado del fin el margen nada, en mar de flores, óvalos haciendo: Cefiso, al limpio pie mano engazada valiente fía, y aunque lucha, huyendo corre en todo lugar a su castigo si en sí lleva el rigor y el enemigo. La mano el dios mejora, y vergonzosa con honestos afectos se retira, desojando en cristal purpúrea rosa, que por viril la sangre el robo mira: no profanes Cefiso, honesta diosa, que a impenetrables bosques se retira, con perlas dice, y él por no perderlas conchas hace los labios de las perlas. Voces al viento carga en tierno lloro, tal vez mintiendo Amor, tal vez ingrata, ninfas invoca, aclama virgen coro, mas ni halago, ni enojo la rescata: mezcla al mar que al Sol tira, grifos de oro el descompuesto dios ondas de plata, y naufragante amor, en la fortuna nada rayos del Sol y de la luna. Ya le dice rigor y ya terneza, ya cortés le reporta, y ya enojada, medrando en todo efecto más belleza, más alma en toda perla derramada: él suspende y engaña la fiereza: mas no con voz, con alma articulada, y ella viendo que a agravio se remite, prestándose a una hiedra, así repite. “Hija de Tetis soy, y de Oceano, origen de los dioses, de quien vienes mendigado es tu imperio, deshumano lágrima es suya la deidad que tienes, fugitivas repúblicas, que en vano en ciudades de flores entretienes, vasallos suyos son, pues diligentes corren, dando a sus pies lisas serpientes”. “No causes que tu errante monarquía dé ejércitos de vidro a otras riberas, y estéril sin la limpia infantería campos no asaltes, puebles primaveras, seco lamentarás la ofensa mía, si obras el mal, si el daño perseveras”. Y él, vencido de amor, dice impaciente (a desnuda beldad no hay dios valiente): “Sabia reportación, santa cordura, casto valor, glorioso sufrimiento, aquí fuera defecto en tu hermosura, o fuera acobardar mi atrevimiento: mudos besos se da la selva oscura, lascivo entre las flores bulle el viento, los árboles se agobian a las flores, que todo espira amor, muerto de amores”. Dijo, y lazos de plata cerca al cuello; ella por redimir la tiranía anegada en el mar de su cabello, cisne en estanques de oro parecía: honesto manto excusa al cuerpo bello, porque en víboras de oro la cubría, aunque el viento sutil en cuerpo y pechos átomos de marfil cernía a trechos. Gemini así los dos dan signo a mayo, donde el cabello Sol, travieso viento, hebra a hebra retoza, y rayo a rayo, si ya no pensamiento a pensamiento: baña la ninfa pálido desmayo, húrtase al corazón el movimiento, y a los brazos del dios el peso fía, que por la boca espíritus le envía. “Oh Liriope”, dice, “no es vitoria vencer dormido amor, que amor dormido causa al torpe apetito infame gloria, y en la infamia jamás gusto ha cabido: despierta, en mí serás eterna historia, que río amante soy, no río olvido; vive mi alcázar donde (pues te adoro) lechos reposes de esmeraldas i oro”. Así enlazada vid el vidro quiebra, que iluminando estrellas fugitivas, orbes finge de plata, da culebra por margen de clavel, roscas lascivas; ya el solio pisa el dios, ya en él celebra muerto, al huésped difunto, obsequias vivas, y a talamo traslada peregrino que ilustre consta de un diamante fino. Un velo la codicia trasparente, nube sutil, que eclipsa con decoro joven dormida luz, que en blando oriente infunde en cuerpos sombras, almas oro: sus náyades convoca y diligente sale a servilla soberano coro, divinidad admira, y por el velo juzga Aurora sin sol, ve un Sol de hielo. Cobarde suspensión, si no ambiciosa, tiranía inmortal, las ninfas baña, que en sueño miran peregrina hermosa y siempre fue mayor beldad extraña: a las pálidas luces mariposa, circulando su muerte el dios se engaña, cuando un ay dulcemente repetido precursor quiso ser del Sol dormido. Rayos le restituye al cristal bello a las mejillas día, Aurora al labio, estrellas en las manos, al cabello, que del rostro redimen el agravio, del engaste se excusa el blanco cuello; queda más necio el dios, y amor más sabio pues saca, cuando él juzga que es decoro, cuchillos de marfil de vainas de oro. “¿Dónde estoy?”, dice el Sol, y él dice: “Donde en Géminis se puso, en Cancro abrasa”. “Falsa especulación”, ella responde, “que anima en virgen hoy, y a Libra pasa" como si en Sagitario amor le esconde, y en Piscis muere”. “¿Qué es mi ardiente casa?” León dice, “Es la mía, y su contrario, y a los ojos traduce el signo Acuario”. Cefiso recogiendo perlas puras, que desperdicia en lecho trasparente, tales repite a sí dulces locuras, quejándose a la ninfa tiernamente: “Ay Liriope”, dice, “si procuras imposibles de amor, premia el presente; agua encendida soy, tal fuego fraguas, que infiernos de cristal haces las aguas”. “Este alcázar que ves, monte es de fuego, que al mar derrite cristalina llama, cuantos peces condujo sin sosiego granate ardiente son, rubí es su escama; cometas gotas doy, incendios riego, que en mí rayos de vidro el Sol derrama: cuarto elemento soy, siendo el segundo, mira ninfa por ti como está el mundo”. “Los carbones que ves, perlas pacieron, que en mi engañoso margen se abrasaron; hoy esos olmos esmeraldas fueron, ya topacios los ves, que al Sol burlaron: ascuas abrasan ya flores que olieron, llamas las hierbas son, que las pintaron; fuego la tierra en limpios vidros bebe, sola tú en tanto fuego eres de nieve”. “Si tu beldad por pobre me desprecia, tirano de cristal provincia rindo, leyes de plata promulgando a Grecia, y a Jonia espantos, cuya falda alindo: de Olimpo pongo a la soberbia necia escaleras de vidro, caigo el Pindo, y el Parnaso tal vez, feroz gigante, tales son mis coturnos de diamante”. “Sin estas ninfas, y otras que descuelgan de esas montañas feudos cristalinos, hierbas y árboles cansan, flores huelgan inmensas en alcázares divinos, faunos toldos me dan, sátiros cuelgan brocados verdegay, cuantos caminos guija a guija paseo, y ola a ola todos me estiman, tú me ofendes sola”. “Si redimes mi fe, familias de oro legislarás, serás la voz de cuantas dísticos dulces, lamentar sonoro carguen al viento en pesadumbres santas: no atropello rigor, piedad adoro, beldad venero, animo ingratas plantas, amante soy, tirano ser podía, mas donde hay puro amor, no hay tiranía”. A los ojos trocó la voz doliente, que en conceptos de lágrimas procura declararle su amor más vivamente, que es retórico el llanto en lengua pura: almas lágrimas vierte, ella las siente, culpa el desdén, bendice la hermosura, y amante hiedra ya, la palma ingrata sierpes de oro, y marfil hace en su plata. Suspende a los abrazos celestiales el curso el dios, las aguas lisonjeras retrogradan en montes desiguales pirámides, que forman más esferas babilonias fabrican los cristales; corriendo al sol, los vientos son riberas, ya nadan las estrellas limpias olas, burlando peces de argentadas colas. El signo celestial, de fugitivos huéspedes, su epiciclo ve habitado, dora el Sol en las aguas signos vivos, y anegando la luz, escapa a nado; los que del centro espíritus esquivos malicia no engañó, red no ha burlado langostines de plata saltadores, lamentando el cristal, destroncan flores. Comisión de zafir, sin el tributo despacha el mar, torciendo por marfiles caminos naturales a pie enjuto, sudando sal amargos alguaciles; inundaron las olas, absoluto soberano rigor, dando gentiles asalto al dios, que unido a ninfa amante, recuerda a provisiones de diamante. A la faz venerable se desata el suspenso cristal, que los zafiros despedaza en coral, anega en plata, y al mar se restituye en crespos giros, dulces horas Cefiso no dilata, redimiendo deseos y suspiros, que colérico amor le da redonda urna en que logre el bien, y en que se esconda. Vulgo de ninfas divulgando agravios dejan los dioses, círculos haciendo, invidia celestial baña sus labios, vivas divinidades deshaciendo: Corene dice: “Afrenta en dioses sabios es villana elección”, y proponiendo el dino sentimiento en perlas bellas, cuantas lagrimas llora aumenta estrellas. “Casta ninfa gentil destas riberas, efidriade soy, corriente y pura, no profanada de robustas fieras, ni turbia de ave, que se pule y cura: capitán de mis plantas lisonjeras un gigante peñasco me asegura, que celoso del Sol que me pasea, no le permite al año que me vea”. “Si en las partes prosigo, labios rosas, perlas dientes conciben, cristal bello, mis mejillas compone siempre hermosas átomos de oro arena, es mi cabello, hierba esmeralda, niñas bulliciosas encarcela en mis ojos, marfil cuello gargantillas bellísimas desagua, siempre mi aliento es flor, mi lengua es agua”. Corta el discurso Iliside, culpando la extranjera elección, la esposa bella Lidipo la acompaña profanando la que venera el Sol luciente estrella, Trusila, y Ninfimelide, alternando el descuido menor repiten della, que a la invidia da amor pincel valiente, y el celoso mas necio es elocuente. Todas culpan el dios, todas infaman profanada deidad, caduco intento, logrando él solas perlas que derraman en generosa copia, ciento a ciento: por otra parte fístolas aclaman en dulce voz, en regalado acento de napeas, y dríades divinas, animando las urnas cristalinas. “Ven Himeneo santo en dulce coro honra el tálamo”., dicen, “Tú, Himeneo, y más que el Sol al mundo pluvias de oro espíritus infunde en su deseo postran humanidad, rinden decoro al yugo dulce, al amoroso empleo, los dioses los reciben amorosos, que parabienes dan y son esposos”. Fiestas prosiguen por familias bellas, crece el aplauso, ilústranse los días, duplicando bellísimas doncellas con santa emulación siempre alegrías: espíritu gentil asiste en ellas, desvanécese el gusto en los porfías, soberbia vanidad tarde se enmienda, doméstico enemigo de la hacienda. Cefiso así y Liriope habitaron peregrino cristal, sudor nativo, y en lazo generoso procrearon en siempre viva flor ejemplo vivo: hierba infundieron ser, lilio animaron, loco a un desdén en guijas fugitivo que cuando más galán festeja y mira, haciendo burla de él, perlas le tira. Lisonjero cristal, menuda arena, tapete de oro y plata disponían, las hierbas fluecos, que en serpiente amena perfiles de esmeralda parecían: en este, pues, virgíneo pueblo ordena de ninfas que a la diosa concurrían juegos establecer, mentir dolores del deseado parto anunciadores. El coro envaneció guirnalda hermosa, y en lugar superior, que relevaba oloroso cojín de acanto y rosa, divina honestidad se reclinaba grave Corina, a la suspensa diosa (con cuerpo voz, que espíritu al Sol daba) sentidos roba, acentos a la lira las aguas entorpece, el aire admira. Sirenas infundía en todo acento, las aves que vagaban descuidadas grave sueño prendió, y sin movimiento en círculo sus pies buscan pesadas; duermen también los árboles, y el viento mueve en las hojas quejas mal formadas: ronquidos pienso que eran los que hacía, que sin darlo a entender también dormía. Puso fin al encanto, y las riberas cobraron los espíritus perdidos, despertaron las aves lisonjeras extrañando los sitios y los nidos: las aguas desataron vidrieras, los arboles dulcísimos gemidos, la diosa vive, el coro se restaura, y el viento respiró en las flores aura. Sus gracias prosiguieron cuantas eran lisonjas de la diosa soberana, y luego honestos juegos consideran, sabrosa suspensión, que el tiempo gana; unas dicen que fábulas refieran, nadando el rostro círculos de grana, otras, guerras de amor piden que digan y la diosa les manda que prosigan. Al fin se resolvió que el juego fuese honrar con premio la mayor mentira, diciendo más verdad quien mas mintiese juego que a la mujer menos admira: ¿qué mujer hay que amase y que quisiese que no mienta si llora, y si suspira? ¿Qué mujer hombre vio lascivo o ciego que no merezca el premio deste juego? Divinidad mentira es su belleza, mentira flor los años juveniles, miente ingrato desdén, miente terneza, y miente las palabras más sutiles, mentira la formó naturaleza, y mentira sus miembros son gentiles, con mentira verdad, verdades mata, y es mentira pensar que verdad trata. ¡Cuántas lágrimas bebe derramadas mentido amor en vaso de oro puro! ¡Cuántas firmezas tiene acreditadas, que en ausencia jamas logró seguro! Bellas mentiras son también pintadas, que verdades trasladan a lo escuro, y al fin país valiente, donde admira en fingido verdor verdad mentira. Liriope promete un paño de oro, donde matiza lisonjera aguja al fugitivo dios, fingido toro, que gigantes zafiros sobrepuja, descompuesta beldad en tierno lloro; a la espalda bellísima dibuja, que temiendo el cristal hecho pedazos, al estrellado cuello le da abrazos. Codicia celestial las ninfas prende por merecer dibujo de su mano, y toda entre sí misma honrarle entiende: en digno altar, en culto soberano una Oreade hermosa lo pretende, dando principio al apologio vano, y así con blanda risa dice y miente, mas si es mujer, propone lo que siente. “En las alas que opuso un pensamiento los mares margené, muré la tierra, sus términos vi en paz, en paz vi el viento paz vi en las aguas la perpetua guerra, paz vi el lascivo, paz vi el avariento, paz el monte intratable, paz la sierra, paz vi la gente, paz la guerra admira”; calló, y prosiguen todos: “Gran mentira”. Otra dijo: “Yo vi premiado un sabio, vi infamado de necio un poderoso, un pobre vi sin queja, y sin agravio, vi con gusto y sosiego un ambicioso, vi un ignorante opuesto el dedo al labio, con noble condición vi un invidioso, y al fin vi hipocresía descompuesta; y Liriope dice: “Buena es ésta”. Otra dijo: “Dinero mal nacido he visto yo, y sin él, noble estimado, pagador pobre, contador perdido, con sueldo, y con honor fuerte soldado, lisonjero en palacios abatido, virtuoso en sus cámaras honrado, en hermosa ocasión prudencia fuerte, y al fin hombre contento con su suerte”. “Yo vi seguro honor en plaza y calle”, otra prosigue, “en coro mal seguro muda murmuración, lengua que calle secreto que fió al silencio oscuro: cierto valor en arrogante talle, reportación en ánimo perjuro, en ausencia firmeza verdadera, y hombre que verdad trate, que bien quiera”. Otra repite: “Cierta astrología he visto yo, del cielo especulada, cuerda siempre inmortal filosofía, medicina sin barba acreditada: con buena lengua altísima poesía, en largo estudio química acertada, abogacía que la ley entiende, y con una se acusa, y se defiende”. Otra prosigue así: “Yo vi marido que fue el primero en lamentar su pena, y cuerdo que en sí mismo ha reprehendido mínima falta, sin culpar la ajena: desbocado tahúr, que no ha mentido, hombre desestimado en patria ajena, en la propria virtud reverenciada profeta ingenio, y ciencia acreditada”. El discurso llegó a Milenie hermosa, napea a una república de flores, beldad desvanecida, casta diosa, muerte de amor, jamás muerta de amores divina locución, lengua jocosa, gloria es de ninfas, risa es de pastores, tan libre, y tan gentil, que burló pluma de cisne dios, remando nieve espuma. En orbes de coral perlas fulmina, rayos de sol, si lagrimas del alba, y virgen voz suspende peregrina, que de cárcel de olor redime y salva: aplauso elige, ilustre frente inclina, que grave así a la diosa hace la salva, y retórico dulce, en profecía dice verdad, pensando que mentía: “Liriope inmortal, ese que animas conceto de tu amor imaginado, que en tus entrañas nos retrata enimas, hasta verle a los pechos trasladado: si al hado riguroso te lastimas, si a la pena te ofreces, si al cuidado, en cándida mañana, en alba pura llorará edad, malogrará hermosura”. “Jardín cultivas, fertilizas mayo, alimentas en flor mísero infante, que al cielo envanecido rayo a rayo, ha de fingir estrella de diamante: fuente murmurará fatal desmayo (risa del Sol) del agua será amante, que bullendo en marfil ondas nativas, dará a sus pies prisiones fugitivas”. “Hierba animada en juventud hermosa (o efecto riguroso) verá el día, cuya adobada túnica olorosa salpicará dorada argentería; si Cefiso no es tierra, honesta diosa, si es dios cristal, si es alma linfa fría, como flor ha engendrado cristal fuera imagen de su padre verdadera”. “Lilio al fin parirás, flor malograda en cuanta margen viste, olor espira, de planta inadvertida destroncada, cortada de áspid, que en cristal se mira”. “Calla”, dice la diosa alborotada, “que parece verdad sabia mentira, no hagas jardín mi vientre en sombra oscura ni flor hermosa mi sustancia pura”. “Tan bien finges mentir, tan dulcemente discurres lisonjera, y apacible, que tu sirena voz cuando me miente persuade verdad, loco imposible”; la palabra cortó tan diligente robusto parto, que ocurrió invencible, que en sílabas deshecha por el viento un átomo de voz dio a cada acento. Medraron los dolores valentía, soñado gusto tímida lamenta, turbase la virgínea compañía, y en silla hermosa de cristal la asienta, nace la luz, aumenta día al día, el Sol ríe dolor, burla tormenta, y en brazos de las ninfas, perlas llora, nuncios del bien, estrellas de la Aurora. Infante hermoso ven, gracias declaran, a besos le profanan sin decoro, que a no oírle llorar, le imaginaran estatua hermosa de alabastro y oro; por el hijo la madre desamparan, albricias pide al dios reciente lloro, que ceñido de conchas y corales sale tirando al Sol limpios cristales. Traslada a las entrañas amoroso pedazo celestial de sus entrañas, y juzgándose padre venturoso, da en cristalino amor muestras extrañas; Liriope se enlaza al dulce esposo, al margen se despueblan las montañas, Cefiso hace mercedes y favores, y el tierno infante flor envuelve en flores. Fían la diosa a lecho de diamante, donde pende cristal limpias cortinas, y admirando beldad al tierno infante, todas pagan lisonjas cristalinas: ocupó multitud glorioso instante de napeas y dríades divinas, el vidro trasparente y voz gloriosa al dios da parabién, vida a la esposa. Enides cuidadosas, solicitan al claro sucesor cunas sagradas, quebrando alegres el cristal que habitan, con limpias plantas de zafir calzadas: las tres hijas de Temis acreditan eternidad al niño, no engañadas, pues ha de ser su juventud eterna en malograda flor, en planta tierna. Su nombre consultado, fue Narciso, dulce en torpe cimiento, dicción griega, anuncio claro, y precursor aviso, de que hoy entorpecido cristal ruega, con él quieren Liriope y Cefiso devotos consultar prudencia ciega, venerable Tiresias, que sin ojos, ya oraculiza gustos, y ya enojos. Era (merced de Júpiter) el sabio, lengua del hado en cierto vaticinio, pitonisa deidad, temisio agravio, y a soberanas causas escrutinio; futuros casos derivaba al labio, mediase a su voz fatal designio, santa adivinación al fin de cuanto dudaba admiración, cubría espanto. No a Dodona la gente frecuentaba, ni consultaba a Amón en rubia arena, no a Tellus en sus cuevas veneraba, donde deifica voz confusa suena: toda al grave varón comunicaba, toda de él, suerte elige mala o buena, cuyas siempre sentencias inefables canas acreditaban venerables. A este, pues, a quien dieron las serpientes (asombro a la inmortal naturaleza) premio a la paz en sexos diferentes, viril esfuerzo y femenil belleza, a imitación de peregrinas gentes, que a su voz ocurrían, con grandeza y soberano aplauso, su Narciso presentaron Liriope, y Cefiso. Este Tiresias, que en cristales ciño (dice a voces el dios) y en quien el oro entorpece marfil, afrenta armiño, parto es del alma, espíritu es que adoro, a su ocaso traslada oriente niño, perlas medra su plata en blando lloro, que excusando a la vista los agravios beso a beso le mira con los labios. Flaca mano discurre el vulto bello, ya le mide la barba, ya la boca, ya en las ondas la anega del cabello, ya en los ojos, cristal en cristal toca, ya a los pechos desciende por el cuello, y especulando al fin distancia poca, ojos los dedos hace en sus despojos, que pide su hermosura tantos ojos. Advocóle a las sienes venerables y a la madre le paga, que le espera rescatando razones admirables en breve locución, en voz severa: pregunta si vería investigables años su hijo; si sino se viera, dijo, y con graves pasos se desvía, y la gente burló su profecía. Cuanto vulgo de ninfas y pastores las voces malogró, risa fue dellas, los sátiros sin ciencia emuladores ignorancia juzgaron no entendellas: ¡ay sol virtud que en noches detractores gotas luces divulgas por estrellas! ¿Cuándo te aplaudirá cándido día sin la tiniebla de ignorancia fría? Cuando profeta venerable anciano lamentables verdades autoriza, oráculo condenan soberano con desprecio mordaz, con torpe risa: generosa virtud, poder tirano jamás calificó, loco eterniza, lisonja vil, caduca sombra vana, perla que bebe el Sol a la mañana. Religioso varón, Tiresias santo, que a causa superior glorioso aspiras, en ti reposa eternidad en tanto que en sí, pálida flor, se ven mentiras, sin ojos al dolor, sin vista al llanto miras cierto placer, delicias miras mientras Narciso flor las aguas mora, y en ellas de sí mismo se enamora. Pagando al viejo menosprecios tales (premio a limpia verdad, que traducía) por flores se retrujo a sus cristales Cefiso, en sonorosa compañía: dísticos le prestaban celestiales al viento que quebrándolos corría, y en sílabas, y en letras animadas les volvía las voces duplicadas. Crece el niño gentil, alma de cuanta monarquía de vidro le obedece, voz de la flor, aliento de la planta, que herida de su pie, fragancia ofrece: tanta es admiración, beldad es tanta, cuanta ve juventud, cuanta edad crece, y admirada, y confusa, su belleza no se atreve a imitar naturaleza. Tal vez que soñoliento el Sol nacía, si animaba Narciso la ribera, el giganteo paso suspendía, viendo otro niño sol en verde esfera: Narciso a su beldad cercos hacía, que otro Narciso imaginaba que era, y tal vez el rapaz reír le quiso, pareciéndole él sol feo Narciso. Todo espiraba amor, todo lascivo lamentaba de amor, todo era amores, el valle remedaba acento vivo, el viento amaba en aura, hablaba en flores, admitía cruel, pagaba esquivo tormento vegetal, mudos favores, que siempre proprio amor, que nieve pura jamás a su hermosura halló hermosura. Cuantas veces los padres le miraban, tantos eran oprobios a Tiresias, y en él: si no se viera, reparaban, dando a la voz alegorías necias; ¡oh qué mal sacros hados veneraban, Cefiso, tú que oráculos desprecias, cuando la mente flor fuente parlera que viviera dirás si no se viera! Cuatro lustros, la edad más floreciente, que espíritu vistió, en Narciso bello engañaba marfil hermoso oriente, y melenaba Sol rizo cabello, ya belleza veloz, cultor valiente de infatigables montes, conocello pudo la juventud de otras riberas, fiera divina, sinrazón de fieras. Peregrina beldad, ya peregrina desesperando va extranjeras flores, que abrasado desdén celos camina antípodas de amor, indios amores: él, que a impensado caso se destina dulces penas de amor cambia rigores, y el proprio suyo así le desvanece, que tal vez su beldad mal le parece. Bañaba joven Sol márgenes bellas, donde coros de ninfas amorosas mendigando su amor, eran estrellas, migajas de sus gracias generosas: escarmiento es de sí, burla es de aquellas, que deshojan jazmín en tirias rosas, pues llorando de amor míseros fines, lágrimas dan olor, perlas jazmines. Tantas eran las ninfas que seguían su alabastro desdén, que estando juntas ejércitos de abriles parecían, que asaltaban el Sol en verdes puntas: todas dulces ternezas repetían, todas eran amor de amor difuntas, y más Eco, que todas, ninfa bella, que aun siendo peña, vive eterno en ella. Huye loca beldad, beldad divina, gozarse quiere en sí por no gozarse, que proprio amor así al pesar camina sin dejarse lograr, por malograrse: Eco a quien voz fatal a amalle inclina montes fatiga, y cansa sin cansarse, y el de propria beldad antojadizo áspid de todas es, de sí Narciso. II Así libre tirano discurría (si a nueva voz, si a pastoral concento segunda vez de ruda apología, religiosa hermandad os baña atento) hielo solo de amor, de amor ardía, cuanto tierra nadaba, araba viento, que asadas en su fuego, a las riberas aves paraba amor, trinchaba fieras. Lascivo traje, al calador valiente duplicaba beldad, era el calcado armiña piel, a trechos breve oriente en diluvios de perlas anegado, la mitad de la pierna (trasparente cristal) lazos prendían sin cuidado, a la rodilla escapa lo distante entre venas zafir, carne diamante. La parte superior del muslo cubre breve pañete recamado de oro, y en bruñido cristal rayos descubre, la que inferior le pierde al Sol decoro: robado desperdicio a fértil ubre, o plata derivada del Peloro, que torrentes de perlas salpicaban, los descubiertos miembros similaban. Proporciona, gentil de riza tela cota Turquía, pedazo de los cielos, airoso talle, donde amor desvela dormida libertad, despierta celos: en trasparentes gasas encarcela almas nieves hermosas, brazos hielos, si del mar no lo son, en que se pierde ya derrotado amor, a margen verde. Estrellado tahelí zona es luciente, de orbe en que pende el Sol rayo de acero, que eclipsado tal vez, nube caliente, tiñe la luz que fulminó primero, de enlazado cordón marfil desmiente dulce silvo Marcial, lamento fiero, torcido cuerno que merece el labio, menosprecio del Sol, de amor agravio. Poderoso carcaj saetas prende, (excusado rigor, necios antojos, pues con punta beldad, almas ofende, y con rayos cristal, matan sus ojos), medio círculo luz, la mano pende tiranía de amor, del Sol despojos, arco donde los dedos son gentiles puntas de fuego, amor flechas marfiles. Manto pierde a los vientos, que se queja si no de su rigor, de amor lascivo, que al hombro celestial enlazar deja en arrogante flor, menos esquivo: alado monterón, que al Sol festeja en montes de colores fugitivo, tantas pintadas plumas le vestía, que el pájaro Fenixio parecía. Este, deidad cruel, libre hermosura enemiga de sí, si de sí amada, ya la selva penetra más oscura, ya con pájaros flechas, vientos nada; no en el centro halló piel, edad segura, no pluma en las estrellas remontada, porque matan tal vez sus puntas bellas, pájaro Fénix, Sol, aves, estrellas. El siervo vividor, de ilustre aliento, tan veloz, que si al curso se abalanza burla empinada flor, engaña viento, y aun él mismo a sí mismo no se alcanza: gigante Sol, pigmeo pensamiento menosprecia tal vez, y tal vez cantea, y a la robusta frente fugitiva tala selvas de cuernos que cultiva. Calidonio animal, que en marfil puro rayos fulmina Júpiter cerdoso, del juvenil ardor jamás seguro, osó en paz habitar bosque fragoso: el que guedejas peina, regio muro en su cueva le iguala temeroso, al doméstico pájaro arrogante, que ciñe de coral vivo turbante. A este, pues, intratable Sol humano, siempre de ingrato aspecto en zona ardiente coro de ninfas, que le sigue en vano mintiendo muerte, halló en florido oriente: mejilla celestial carga a la mano, donde dedos de vidro trasparente divulgan rayos, copas de amor ciego, que brindan en cristal almas de fuego. Escarmentar pudieran su locura, redimiendo el desdén, que así las trata, mas cobardes veneran hermosura, viva túnica ilustre de alma ingrata, blando sueño sus miedos asegura, torciendo llegan círculos de plata, la hierba apenas pisan, y hace el dedo sellando el labio, al viento que esté quedo. Lentos pasos alternan temerosas, y cuantos pies imprimen recatadas, tantas describe el valle, estampas rosas de su virgen vergüenza, matizadas esferas forman al mancebo, hermosas, en lisonjeras bandas dilatadas, y él, en pálido sueño en medio dellas oceano de luz salpica estrellas. Eco menos se acerca, que más ama, condenando bizarro atrevimiento, que cuando más gigante, más se infama cobarde amor, en todo movimiento, con blando acento las divierte y llama, mendigando a su voz último acento, pues diciendo, oh beldad omnipotente, el coro virginal replica, tente. Reclinada deidad en hierba verde, de rodillas veneran atrevidas, unas ganan el ámbar que amor pierde, otras en su coral pierden las vidas: excusan recordalle, y que recuerde Eco desea, en voces no entendidas, y para castigar celos que cobra se ayuda del acento que les sobra: “Tirana ingratitud, presa os tenemos”, con voz articulada apenas dicen, “Piedad, que al blando sueño le debemos que auras logran en flores, que no pisen si apacible, dormida, os merecemos, y despierta hay lisonjas que os avisen, con que al halago os redimís valiente, no os traduzcáis del sueño eternamente”. Menos mal es gozar imagen muerta, que intratable seguir viento con vida, que allí el amor se goza sombra incierta, y aquí se logra y ve beldad dormida: del riguroso empeño el Sol despierta, y en los labios su voz quedó partida, y tal hielo el espanto infunde en ellas, que parecen, sin alma, estatuas bellas. La hermosura gentil alborotada, blando sueño sacude generosa, y hallándose de estrellas salteada, da favor al jazmín púrpura rosa: la virgen compañía, en piedra helada muralla de beldad hace amorosa, porque así quiere amor tener segura la gloriosa ciudad de la hermosura. Restituye veloz el cuerpo bello del lecho verde, tálamo de amores, donde engañaba en rizos el cabello, víboras de oro, que destroncan flores: prueba blanda piedad a detenello, mas halagos de amor paga rigores, que por fina esmeralda fugitivo ven alado marfil, ven cristal vivo. “Áspid tropieces”, dice en voz doliente, más retórico amor, pena más sabia, efidriade hermosa, que en luciente paso, bulle cristal, marfil agravia: en sonorosos círculos desmiente sordas quejas de amor, celosa rabia, y en razones que el Sol baja a entenderlas por la boca de plata arroja perlas. “Dulce”, Nítida dice, “ingrato cuanto margen traslade el pie, serpiente vea, vida al clavel, espíritu al acanto, donde no halles jamás virgen napea: tu arrogante beldad, pálido espanto ella en sí misma de sí misma sea, y en robusto pesar, eternas horas al paso te aborrezcas, que te adoras”. Lirene, lamentándose, divina tales repite así dulces querellas, al que ingrato desdén flores camina riendo casto amor, burlando estrellas: ingratitud hermosa, peregrina soberbia, sin razón de ninfas bellas mentira juventud, belleza necia, que mujeres bellísimas desprecia: “Si, deidad celestial, comunicada de su virtud, en causas inferiores hace, puras esencias, sombra y nada, bellos partos de amor, muerta de amores si esa lámpara dios, luz animada amante, informa espíritu a las flores, y todo es puro amor, de amor nacido, ¿cómo tú eres desdén? ¿Cómo tú olvido?” “Ese que ves fortísimo gigante, engreído peñasco a las estrellas, monstro animado es, peña es amante, pues besos da tal vez a alguna dellas, y estos, que de esmeralda, y de diamante ciernen al aire tembladeras bellas tornasolados álamos frondosos, también vides enlazan amorosos.” “Lazos, aunque en discorde simpatía, almas de amor se dan los elementos, los orbes son de amor dulce armonía, y eterno y puro amor, sus movimientos; todo concibe amor, todo amor cría tiranías de amor, viven contentos los que fueran sin él, materia impura solo tú sin amor, mientes criatura.” Diciendo, bella Orcade fatiga con vientos pies, pelada frente al monte, donde sagrado dios en paz amiga espíritus dilata a su horizonte: en sí venga desdén, en sí castiga entrañas que forjó cíclope bronte, pues despeñada de arrogante alteza átomos hace el Sol de su belleza. Cuantas partes el cuerpo palpitante pagó a las peñas, tantas repitieron, ingrata juventud, alma diamante, voces que al vago viento se perdieron: así precipitada ninfa amante en los cristales del Cefiso vieron, y así de fugitivo menosprecio, rubís lamentarán, castigo necio. Las que a Lirene en coro acompañaron (también ardiente amor, también locura) no al lamentable caso escarmentaron, antes ciegas nadaron selva oscura, dulce amor, dulce pena lamentaron, malograda en su abril flor hermosura diciendo: “¿Dónde estás alma diamante?” Y Eco sin voz repite solo “Amante”. Lenguas le pide a Amor, que es ansia fuerte, flaco pecho oprimir valiente pena, alma en la voz sin alma, el labio vierte mas el último acento el viento suena: fiero morir de amor, tirana muerte, que desbocando el mal, la boca enfrena, que es menos padecello y resistillo, que querello decir y no decillo. Prueba voces al viento y torpe el viento le responde la sílaba postrera; ¿quién penó tal rigor? ¿Quién tal tormento, que así no pueda hablar y que hablar quiera? Tristes ayes le dan último acento, que ninfa desperdicia a la ribera, y con ella logrando algunos dellos ayes pierde también por labios bellos. ¡Oh sinrazón de amor! ¡Oh lamentable riguroso penar! ¿Gloria homicida inmortal hay quien sienta? ¿Y no hay quien hable? ¿Cuándo muerte es callar y hablar es vida? Reduce a sí la ninfa miserable infiernos inmortales y atrevida ciega en su ardor dos veces morir quiere, pues muere de callar y de amar muere. Encarcela el pesar, prende el agravio, Babilonia de amor, confeso pecho, y cuanto el sufrimiento es fuerte y sabio, tanto mayor la causa en él se ha hecho: llega en entera voz amor al labio, mas de él sale partículas deshecho, y cuando el grave maldecir pretende, en vanidad de acentos no se entiende. Repórtase así más, y más se aumenta, que en prolijo callar mayor se cría, todo lo elige en fin, todo lo intenta, y tanto crece el mal, cuanto porfía: en líquidos aljófares le cuenta retórica de amor, corriente fría, palabras perlas da no articuladas, pues ya del corazón salen quebradas. Las que llorar la ven, la razón piden, mas, sin poderla dar, aumenta el llanto, y cuanto, religiosas, se lo impiden, tanto le hacen mayor, le aumentan tanto: voz, espíritus, lágrimas dividen, no entendida jamás de humano encanto, sueño, divinidad, juventud loca, caduca la mejor, la mayor poca. Prueba olvidar y anima la memoria, letargos piensa hallar, logra desvelos, dulces guerras de amor, donde es vitoria cautiverio mayor, que dan los cielos, libertad tirania, infierno gloria, favor desdén, bien mal, placeres celos, y ninfa que así calla, y así pena flaca mujer, para peñasco es buena. Tiempo perdió su voz acento alguno, Júpiter causa dio a silencios tales, callando permisión a ingrata Juno, ira fatal de celos infernales: con no visto rigor en dios alguno alma robó a sus vírgenes corales, civil castigo en venerable diosa, si ya no ley, que ejecutó celosa. Voz le desvaneció, callóle aliento, y ella, porque de amor milagro ha sido, vida en su boca da a postrero acento, que de ajena garganta ve perdido: en tristes valles órgano es del viento, oráculo es incierto repetido, penas sobradas busca de amor llenas, para dar a entender sobradas penas. Decoro virginal pierde vencida, a santa honestidad, de amor valiente, y a los brazos la lengua traducida, con ellos decir quiere, el mal que siente: obras hace palabras, y atrevida sombra es del cuerpo sol, en mozo oriente, y en los bosques hurtada a sus rigores aura a las plantas da, alma a las flores. Esta monstro de amor, esta hermosura sin animada voz, atrevimiento del pincel celestial, viva pintura, que habla sin él, y calla con aliento: mintiéndose una tarde a selva oscura en Narciso moría, que contento de sí mismo sin él, de amor perdido, daba voces al aire envanecido. Decía: “¿Quién gentil, quién joven bello a Narciso igualó? ¿Quién Sol opuso almas de luz al oro del cabello, que de rayos le ilustran circunfuso? ¿Quién nevado obelisco al limpio cuello, coluna celestial que amor dispuso? ¿Quién abril juventud atrevió rosa, a su cándida siempre Aurora hermosa?” Así dice a la ninfa, aunque imagina, que en muda soledad no hay quien le vea, selva donde del Sol ojo termina jamas luciente luz, flamante idea: “Yo soy humanidad solo divina, beldad mortal con quien la eterna es fea; si voz a vientos doy, si planta a flores, saetas son de amor, rayos amores.” “Virgen vulgo, clausuras trasparentes linces son de mi luz ninfas hermosas, que en dulce lamentar de amor dolientes voces pierden al aire sonorosas: halagos de cristal, río a las fuentes, requiebros de coral, burlo a las rosas, todo inflama mi amor, mas de él inflama”; Eco en confusa voz repitió “ama”. Suspendióse gentil al breve acento en labios esmeraldas repetido, y pensando que amante le habla el viento, desdén divino soy, ha respondido: “¿Qué pides vana voz? ¿Parlero aliento? Si yo bárbaro amor impido”, “Pido” ella repite; y él: “Dios que se esconde, ¿qué si soy impiedad?” “Piedad”, responde. “¿Quién está aquí?”, mancebo generoso suspenso replicó, y su voz aclama pronunciando. “Está aquí el clavel hermoso, que de sobrado acento le derrama”; “¿Quién ama?”, dice el joven, y amoroso concento, luego repitió, “Quien ama”; “¿Eres dios o eres ninfa?” “Ninfa”, dice, porque el libre desdén se atemorice. “¿Dónde estás ninfa?, ven”, dijo a la selva; y Eco repite “Ven”, de amor perdida pidiendo más acentos, que le vuelva, y en todos fuego amor, ardiente vida: “Llega”, dicen a un tiempo, amor revuelva república de plantas en sí unida, porque sin muda paz vea el mancebo en sombrío verdor luciente Febo. Admira la razón no diferente, de la que él mismo anima a la ribera, “Y juntémonos”, dice, voz que siente, repetirse en los valles lisonjera; y fulminando ramas, diligente Eco, siguió el acento tan ligera, que a un tiempo vio el mancebo repetidos una en los brazos y otro en los oídos. “Voz animada que a Narciso quieres”, dijo viéndose en brazos virginales, “si no mientes al Sol, si no prefieres divinidad, las causas celestiales, poderosa beldad, ninfas mujeres, joven eternidad, diosas mortales, atreven profanar; no prendas necia cárcel que prende amor, que al Sol desprecia. Palma beldad así, roble hermosura del tronco sacudió cristales, ramas, y en limpios orbes de fragancia pura con fugitivos pies conspira llamas: cóbrase de la ninfa en selva oscura, (signo que estrella el Sol luces escamas) pez intratable, que hace en caracoles por las aguas fingidos tornasoles. Quejas prueba a formar ninfa corrida, más loca vanidad pierde su aliento, voz advierte mortal, a quien voz pida en última razón, en mudo acento mover quisiera mocedad florida a amorosa piedad, sordo lamento, mas todo es Eco ya, muda a su pena, tórtola amarga, dulce Filomena. Triste formando voces cristalinas (elegante orador) a Amor suspende, aunque tal vez juzgándolas divinas, pronunciación aljófares ofende; palabras perlas, vierte peregrinas celebradas del Sol, que las entiende, cuantas sílabas da, son almas bellas, que a esencias se destila la alma en ellas: “¿Quién despreció infernal mísera amante penó jamás? ¿Quién virgen? ¿Quién estrella bañó rayos en pena semejante vana gentilidad burlando della? ¿Quién, divina beldad, lloró arrogante desdén mortal? ¿Quién, ninfa hermosa y bella, a mancebo enlazado en selva oscura, ocasión malogró, lloró hermosura?” “Y tú, vana deidad, beldad, mentira, que desprecias terneza soberana, mármol joven ardor, que en sierpe mira, travieso amor en cándida mañana: reportada soberbia, que no admira humildad celestial, Sol forma humana, y al fin sombra varón, juventud ciega, que huyes en soledad mujer, que ruega.” “Si espíritu es de amor toda criatura, si es materia de amor todo viviente, si árbol espira amor, si piedra dura animada de amor, de amor se siente, si todo al fin amor, amor procura, mal nacido de amor, ser, que amor miente, vive sin él en ti, pues deste modo niegas a amor, que espíritu es de todo.” Eco, cuya beldad, ninfa parlera en cristalino pecho le advertía, porque a loco desdén venganza fuera, en fingido cristal al mar corría: veneraba su imagen la ribera, que Sol entre las aguas parecía, y la fuente a sus rayos precursora en corrientes de luz serpiente Aurora. Beldad corriente va, en estatuas bellas lucientes vidros son, Eco animada torrente celestial discurre dellas, Eco en todo viril corre estampada: la que bruñe marfil fuente es de estrellas de Sol, que eclipsa soles derivada, cuantas olas al fin argentan rosas, tantas llevan al mar Ecos hermosas. Viendo en las aguas líquida belleza de loca ingratitud, necia, y corrida en sí, quiere admirar naturaleza a prodigioso espanto traducida; muda lamentación, mental terneza, con espíritu lengua, no entendida, dulcemente repite, cuyo acento organizaba voz entendimiento. Afrentada deidad, hurta esmeralda, selvas penetra en sacros laberintos, robusto monte elige, cuya falda osada atreve al Sol monstros distintos: y donde ya obelisco, o ya guirnalda, vides perdían lágrimas jacintos, mal peinada melena de arrogantes, espíritus verdor, olmos gigantes. Cuaja cristales pies, sin más adorno, que las venas zafir, y a horrenda gruta (cuya boca angular visten en torno paramentos que dan, nácares fruta si es un desdén estío, si es bochorno menosprecio infernal) beldad, permuta, donde templar pretende en llanto tierno ardiente sin razón, rigor infierno. Confusa soledad, muda clausura, vocaciones son ya, de ninfa hermosa, tumba elige en fatal bóveda oscura, sino pira, al incendio mariposa: malogra infante edad, pierde hermosura, envanece azucena, mustia rosa, que ya sangre coral, ya carne nieve en simiente color, en sí se embebe. Lo que nácar en vidro trasparente remedaba deidad, lo que decoro, en alta admiración fingía Oriente, ya es suerte lamentar, ya es tierno lloro; áspero es el marfil, calva es la frente, monte de pedernal, montaña de oro, peña es viva facción, ojos son quiebras, que abortan de cristal tersas culebras. Divina guarnición gastó la pena, beldad se desató de ñudo fuerte, calzan jazmines pies, zuecos arena, y peñasco inmortal, ya es viva muerte: solo guarda la voz, que herida suena, solo cría las lágrimas, que vierte, que así monte robusto, que así risco a espíritu inmortal es obelisco. Miembros son a los ojos formidables, los que igual proporción a ninfa hicieron, ya provocan a horror partes amables (tanto desdenes bárbaros pudieron) o ejemplo, a ingratitud, o lamentables objetos del rigor que vida os dieron, o ninfa eternidad, que nos enseña en siempre vivo amor, paciencia peña. Águila parda al Sol inaccesible propagarás la frente vividora, ya infierno a ardiente virgen, ya apacible tálamo luminoso, a blanca aurora; ya teatro de flores, a invisible toro, que en verde abril jardines mora, ya a cristalino pez, estanque de oro, ya a decrépita edad cisne canoro. Santa inmortalidad tendrás unida a tu espíritu voz, peña tormento de amor, contrastarás, beldad mentida serás de vanidades escarmiento: ingrata juventud verás sin vida pálida flor al sol, trémula al viento, tan poco celestial, tan poco eterna, que será su vejez su infancia tierna. Divulgóse el dolor, concurrió Grecia al impensado espanto, y ninfa admira, que en soberbia gigante, el Sol desprecia, y en loca vanidad los valles mira; llóranla sin beldad, ríenla necia, verdad la buscan, hallan la mentira, Eco, vocean, ven peñasco hueco, y ella en quebrada voz dice que es Eco. “Estos eran los pies”, uno decía, “que peñas se dilatan ya en serpientes”; otros: “Estos los pechos nieve fría, infiernos, pedernal agora ardientes”; “espíritu gentil estos vivía miembros, aun palpitantes aun calientes”, otro dice, “esta túnica montaña envanece deidad, beldad engaña”. Inclinando la ninfa la cabeza, estrellas sacudiendo de su cumbre, desdén lloró infernal, gimió terneza, en vivo ardor, en lágrimas de lumbre: el viento rechinó, eminente alteza, la tierra estremeció la pesadumbre, escuadrón virginal abrazar quiso, que a voces se lamenta de Narciso. ¡Oh joven sin razón, oh ardor anciano, oh decrépita edad, edad luciente, oro verdor abril, invierno cano, que mintiendo deidad, amores miente: rigor fatal, castigo soberano, tus fugitivos años escarmiente, y vengando peñasco ninfa bella, siempre adores cristal, que penda della. Cargan votos piadosos, voces santas al viento, que en la ninfa las repite, sacrificios olor, rinden las plantas, que en altar esmeralda se derrite: al lamentable caso asisten cuantas provoca su amistad, su amor permite, todas peña la envidian, pues desdeña ya mancebo desdén, anciana peña. “Si el sentir es morir, y piedra dura atropellas rigor, vences tormento, menosprecio de amor, vives segura, y del tiempo objeción, das escarmiento tu fealdad veneramos hermosura, muda razón, peñasco entendimiento; dichosa tú, que risa de las gentes ninfa tienes amor, y peña sientes.” Dijo honesta deidad, y generosa discurrió fugitivo paraíso, y por lilio amatiste, en nácar rosa, vanidades de ninfas dio al Cefiso; en carro de cristal triunfando hermosa temen ingratitud, hallan Narciso, a quien vence crüel, y feroz ata (bárbara ostentación) grifos de plata. Náyades le seguían cristalinas (loca gentilidad, torpe decoro) cuyos miembros profanan peregrinas trasparentes no más túnicas de oro: remolcaban las aguas clavellinas, en quien cuajan tal vez perlas, tesoro, y tanto (deidad loca) se envanece, que el ajeno cristal suyo parece. Tranquilo así regía joven bello prestada autoridad del padre, cuando los monstros sacudiendo el vidro al cuello garzas, se van al mar precipitando; el carro se trastorna, detenello ciego procura, aljófares nadando, auriga sin gobierno incendios fragua, que hay, si en fuego Faetón, Narciso en agua. Crecen al Sol esferas desiguales, pierde la majestad, las riendas pierde, ejércitos conspiran los cristales, porque admire poder, espanto acuerde; escapa los castigos celestiales, derrotada crueldad a margen verde, donde rayos con Sol, ninfas con paños favorecen su edad, logran sus años. Ministran su vivir cuantas él mata, néctar le sirve quien, quien ambrosía, quien de pomos de vidro, quien de plata, bebe divino olor, que le rocía: cobra perdida luz, beldad ingrata, rosa se tiñe ya, mosqueta fría, rebelado cristal teme, que en carro soberano quebró, domó bizarro. Dice a voces: “Rebelde imperio mío, si a mi padre sucedo trasparente, ¿qué gigantes fingís de cristal frío? Siendo lágrima apenas de una fuente; ¿Cefiso no es mi padre? ¿No es dios río? Ley celestial república corriente, ¿no reputáis su voz? Rey, ¿no os enfrena con flaca guarnición de poca arena?” “De su materia líquida engendrado, ¿no soy hijo también de ninfa hermosa? ¿Cristal no soy? ¿No soy vidro animado? ¿Penetrable jazmín, fragante rosa? ¿No soy clara sustancia? ¿No traslado en mí, pura entidad de ninfa diosa? ¿Pues cómo repudiáis antojadizo legítimo señor, joven Narciso?” “Yo, rebelde ciudad, yo monarquía inconstante, os pondré cárceles de oro, cuanta conduce abril infantería presidio en vos será, corriente poro; luminosa virtud, alma sol, día transmigrará a otro reino limpio lloro, y estériles sin él, provincias solas, lamentaréis humor, lloraréis olas.” Prosiguiera el pesar, si no impidiera halago virginal, juventud loca, que de su boca ya rigor no espera, dichoso amor, sí, espera de su boca: mas como si entre olor áspides viera, muestra a mucha piedad, clemencia poca y por el valle ingrato ninficida cuantas vida le dan, deja sin vida. Flores tronchan tras él, pasos eleva, viento siguen beldad, voz pensamiento, plumas viste el desdén, garrotas lleva, penacho fugitivo burla viento: así arrogante abril, ilustró cueva, que a virgen peña da animado acento, y así en ella enlazar piedad procura, entendiendo que abraza peña dura. Peñasco mudo halaga, que le enseña blando mortal amor, clemencia humana la que cielo aborrece, y Sol desdeña, monte logra su amor, terneza gana: desdichada es mujer, dichosa es peña, transformación mil veces soberana, ya no culpes desdén, ya amor no llores, mas ¡ay! que gozas piedra los favores. Glorioso no sentir, ninfa elegiste, menosprecios de amor, montaña helada, dichosa en no sentir, entonces fuiste, y en no sentir agora desdichada: peñasco te ganaste, y te perdiste, quisiste no sentir, no sientes nada, malógrese el favor, castigo es justo que quien burla la pena, llore el gusto. Graves ansias de amor, llantos amores, dulces al alma dan horas sabrosas desdenes alternados a favores, tiernas espinas son que palian rosas, los gustos en las penas son mayores; guerras reduce amor, paces dichosas, y en guerra a gloria y pena así difusa quien excusa el pesar, el gusto excusa. ¿Qué dieras, ninfa tú, por no ser piedra? ¿Y por sentir, mujer, brazos calientes? Quien desperdicia amor, amores medra, y hoy mentida al dolor, al placer mientes: tierno a Narciso ves, amante hiedra, abrazos te da ninfa, que no sientes; sentir temiste, y suerte hubiera sido, para poder sentir, haber sentido. Abrazaba gentil peñasco hueco, donde confusa voz prisión tenía, y tantas cuantas daba el joven, Eco, lisonjas, y ternezas repetía: babilonia de amor, dulce embeleso, donde una lengua apenas se entendía, mudo halago no advierte, que le enseña, mas, ¿quién pudo entender que amase peña? Ganándose Narciso a cuantas eran, traslado de sus plantas fugitivas, alados escuadrones que le esperan, traduciendo a las hierbas flores vivas, en confusos amores perseveran contra esquivo rigor, peñas esquivas, dando a entender la ninfa mudamente, que quien no siente es él, ella es quien siente. Así burló la luz en sus regazos, hasta cambiar zafir topacio día, que a solas quiere amor, que medre abrazos piedra, que arde en amor de piedra fría: Eco enlazarle quiso entre sus brazos, mas peña vio, que brazos no tenía, y sintiólo de suerte, que muriera, si en tan fuerte ocasión peña no fuera. Ya salpicada luz ninfas estrellas burlando las del sueño precursoras errantes discurrían selvas bellas anticipando al tienpo las auroras; Narciso, que se juzga libre dellas, hurta lasciva peña dulces horas, que por peña merece, y de amor gana, si las perdió por ninfa soberana. Lágrimas despertó, aumentó cristales, calzó a la ingratitud traviesos grillos anegando corrientes virginales tréboles, manutisas, y junquillos; él, castigo de ninfas celestiales, elige libertad, por redimillos, y penetrando el valle enciende flores, que es cometa de amor, rayo de amores. Malograda beldad, beldad huía toda inmortalidad, menospreciaba superiores materias presumía, y retirado en sí, dioses burlaba; a sí mismo en sí mismo se excedía, si en sí mismo a sí mismo se admiraba tan arrogante, tan gentil, tan loco, que aun su misma beldad tenía en poco. Tal vez Venus perdió, tal vez ser quiso emulación del Sol, lámpara humana, tal vez Júpiter sacro antojadizo esencia de las causas soberana: cuanta pura deidad, no era Narciso, era tanta mentida sombra vana, oponiendo a los hados arrogante soberbia juventud, verdor gigante. O menosprecio bárbaro, o mentira, proprio amor natural, alma ligustre, que al alba mustia el sol, que al alba mira, tan débil es su edad, tal es su lustre; solo a sí, da deidad, solo así aspira, suya es mínima acción, hazaña ilustre, y como de su ser forma no sea, monstro ajena virtud, su labio afea. Partos propios anima, desmerece, venerables estudios, mal sufrido verdad, cuanto concibe ensoberbece, cuanto inspira otra voz, es mal nacido: todo es sombra a su luz, todo fallece, mortal divinidad introducido, todo es imperfección, concepto extraño, o propio amor, mal, digo, o propio engaño. Caduca juventud, Narciso hermoso, mintiéndote cristal, flor lisonjera, beldad vidro te ves, cuando glorioso te gozas en luciente Primavera; ama inmortalidad, sigue ambicioso peñasco vividor que acento espera, ninfa voces te da, piedra te llama, trueca pálida flor, sólida fama. Esa, que menosprecias, ninfa bella, pirámide brutesco, cristalino, epiciclo es de luz, casa es de estrella, alto, si castigado, desatino: escala te da al Sol, sube por ella, a eterna duración hallas camino, deja esfinge cristal, vidro embeleso, que allí solo eres flor, y aquí eres Eco. ¿Qué eternidad te finges, flor pequeña? Si en cabello esmeralda apenas creces fugitiva beldad, el Sol te enseña, que hurta el líquido vidro que envaneces: aspira a eternidad, en ninfa peña, no en flor, que en noche ves cuando amaneces sean con muda voz, parlero aviso, Eco en peña inmortal, en flor Narciso. Ingrato, pues, burlada, si hermosura, divinidad también, de sí enemigo venganza, todo amor odio, procura, que envejece crueldad rigor consigo: él, gentil sin razón, mortal locura, elige propio amor, burla castigo, y sin hallar beldad, forma a su forma, en sí mismo se agrada, y se conforma. Tal veloz mocedad, tal gentileza discurría al dolor, al mal corría, que irritada en su ser, naturaleza su ser, en frágil ser, mentir quería; reverencia en sí mismo la belleza, y en ajena deidad la aborrecía, todo en sí era virtud, si en otros vicio, tal hábito vistió loco ejercicio. Este, día fatal, deidad tonante, que rayó flor, en agua arderle quiso, venatoria convoca semejante al que en loco escarmiento fue su aviso: al monte sale Adonis arrogante, no a teñir amapola, a ser Narciso, y a lamentar cobarde en virgen fuente monstro limpio cristal, fiera corriente. Vaya a su perdición burlado en tanto, que vos al grave oír mentís la pena, si os cansó ruda voz, si en largo canto bucólica lección, ínfima avena, que cuando en escarmiento en digno espanto lilio queráis ver piara, en oro arena, suspenderos podréis al voto pío, sino a la voz del ronco albogue mío. III Lengua al silencio, vida al ocio sea inefable rigor, decreto eterno, desvanecida edad, que lisonjea fugitivos cristales, lilio tierno, si ya canoras plumas no os platea en continua lección, sacro cuaderno, no Menandro caduco, Jordán santo, donde, cisne, trináis inmortal canto. Vos que en tosco sayal purpuráis regia sacra veneración, si no divina túnica, al serafín que privilegia descalza multitud, culta doctrina: fecunda sucesión, familia egregia en antípodas orbes peregrina, gigantea humildad, riqueza pobre, pues no hay quien mas mendigue y quien mas sobre. Vos, a quien soledad, duplica cielo claustros menos de pueblo profanados, religiosa deidad, activo celo, pasiva elevación, graves cuidados: Apóstol, Evangelio, estrella anhelo, ya espíritu a cadáveres helados, clamante voz de ardiente Vicecristo, que archisanto, la tierra, y mar le han visto. Ahora que admiráis (no de eminente loca acumulación) palpitar río, que por secas pirámides corriente líquido tributario se haze mío: pues Oceano ya, copiosa gente seca, en protociudad, su curso frío, cuyo hidrópico vientre, que le agota, siendo monstro caudal, dice que es gota. Ahora, pues, que en huésped compañía de perezoso Sol, lográis edades, horas, sueños acá, y en siglo día moráis siempre dichosas soledades: tercera vez bucólica Talía (si no locas de amor gentilidades) premiad, y joven ved, que en siesta ardiente burlando ardor, profana virgen fuente. Era mitad del círculo, montaña lumbre pendicular, nadando abismos Babilonias de fuego, en que se baña abrasándose el Sol, entre ellos mismos; destemplada piedad, fiereza extraña estériles lamentan, sirtes, istmos, y por cenit ardiente en nube rubia, llama, da tempestad, fuego, diluvia. Sediento de medir, lince, los llanos cansado de talar, topo, las sierras gigantes le agasajan, que tiranos acostumbran al Sol continuas guerras locos, príncipes se hacen soberanos de breve monarquía en pocas tierras, pues exentos de ardor, reyes se nombran despavoridos márgenes, que asombran. Estos custodia fiel a un sitio hacían, donde vírgenes flores veneraban, clausuras de cristal, que discurrían siempre impisables patios, que argentaban; soledad religiosa padecían en esmeralda celda, que habitaban, tan hipócrita al valle que aun apenas se dejaba tratar de sus arenas. No margina clavel su labio honesto, no retoza jazmín, no rosa bate, viento no bulle en ella descompuesto, ni ave bruñe jamás pico granate: hechizo es de cristal, que mayo ha puesto en oloroso, y líquido azafate, con que alma Aurora mate al Sol de amores si espejo no, con guarnición de flores. Cristalina deidad, corriente pura, siempre reverenció, robusta fiera, turbia se vio jamás, jamás criatura sacrílego sedienta su ribera; era veneración, era clausura, de cuanto concha de sus perlas era, tan líquida y gentil, que parecía espíritu del Sol, que al mar corría. Áspid de vidro, pues, roscas dilata por herido marfil, por flor que muerde, líquida guarnición, franja de plata en felpa carmesí, en damasco verde envanecidos olmos prende, y ata, cuya arrogante faz, mortales pierde, que con grillos de perlas asegura soberbia juventud, verde hermosura. Tal era allí el cristal, tal era el sitio, siempre niñez del Sol, siempre mañana perla finge la fuente en blanco nítido Júpiter goza altar, claustro Dïana oráculo inmortal, ve, acento pitio, sacra veneración, ve, ninfa humana, este jamás mortal profanar quiso, solo gentilidad, solo Narciso. Mucho día, más Sol, y mayor fuego, atrevimientos son, perturba el mozo virgen sola quietud, casto sosiego, vidro nativo amor, cristal retozo luego destronca flor, atreve luego el dorado perfil apenas bozo, y en trasparente amor, en vaso breve, bebe rigor fatal, infierno bebe. No el labio da al cristal, cuando se admira al fugitivo espíritu, que encierra peregrina beldad, que la retira su misma suspensión, su misma guerra: en las aguas retrata, si se mira, derivada deidad de inculta sierra, a sí mismo se adora en plata pura, castigando hermosura, su hermosura. El que, ingrato, mintió naturaleza, ya requiebra cristal, ya admite plata, ya imposibles adora en su belleza, que la muerte le da, la que en él mata, halágala gentil, y a su terneza ella en líquidas perlas se desata, prueba a tenerla, el agua al Sol se aplica, y en fingidas estrellas le salpica. Turba cristal la mano, espejo empaña, su imagen no retrata, aunque se mira, mas, serena traición, presto le engaña, y bajándose, sube, y más se admira: besos quiere lograr, el rostro baña, la fugitiva sombra se retira, que cuando en puros labios paz celebra, en pedazos al Sol se pierde, y quiebra. Piensa que ella se enoja melenando cabellera sutil, madeja bella, que en conchas tornasol, hebras peinando hacen trenza diamante, y rizo estrella: fugitivo desdén llora, culpando su ingratitud, en los rigores della: “Menosprecios de amor”, dice, “en ti adoro, cuantas lloró rey, rían mi lloro”. “Yo soy muda deidad, estatua viva, que burlaba de amor, mármol valiente con alma solo en el vegetativa, que creciendo beldad, pesar no siente; ya causa racional, ya sensitiva, desvanecida acción, que amor desmiente, temprana juventud, vejez invierno, desengaño mortal, si engaño eterno”. “Esta que ves, beldad frágil humana divinidad fingió, vivió, fiereza ninfa rió mortal, dio, a soberana sustancia, admiración, joven belleza; ya es fugitiva voz, ya es sombra vana en fingida mortal naturaleza, ya decora cristal, ya linfa enfría, el que a sí mismo, en sí, se aborrecía”. Cuanto se lamentó, limpia corriente, encarceló cristal, y libres guijas trasladaron deidad en tersa frente rayos cabellos sol, oro sortijas: remedaba la imagen trasparente, mudas palabras en sus perlas, hijas de los labios del mozo, que entendía, que por señas requiebros respondía. Pudo divinidad juzgar despacio, si ciego amor discurre con aviso, y en pestaña esmeralda, vio topacio ojo, donde beldad niña es Narciso; él se venera a sí, en cristal palacio orbe del lisio dios Nonio de Anfriso, su imposible rigor, en vidro bebe, que quiere amor cobrar amor, que debe. Ya sereno el cristal, y ya serena la sombra en él, con boca argentería, (de nuevo ardiente amor, de nuevo pena) parece que burlaba, y que reía; prender quiere beldad, mas prende arena átomos que en la mano al Sol perdía envaneciendo, encanto soberano la palma perla a perla, y grano a grano. Beldad lagrima, bebe cristalina apenas agua, errante estrella poca, que esfera de marfil, brazo camina cometa, cuando ya músculos toca; sutil diminución grano termina, que los ojos trasladan a la boca tan pequeña es deidad, ¿qué aun no aprehende más que si aprieta arena y si agua prende? Medra al fin torpe mano, cuanto dudo, arena y agua ser imagen bella, y a loca vanidad suspenso y mudo gotas y granos juzga efectos della; liquidóse el cristal en tanto, y pudo retratándose en él, mirarse en ella, y admirando deidad, corriente abismo así en doliente voz se dice él mismo: “Espíritu gentil, esencia viva de perezosa plata, en calle de oro, sonorosa belleza fugitiva, lluvia dios celestial, Júpiter toro; si líquida sustancia te deriva de peñasco ambición, perpetuo lloro, así en vasallos cristalinos crezcas, que a tu madre montaña no parezcas.” “Aprisiona beldad, beldad corriente grillos forja cristal, plata cadena no pierdas juventud, no en ti escarmiente segunda vez, amor mi enorme pena: yo aquella soy, si bárbara valiente, vacía edad, de desengaños llena, helada vanidad, que aguas ardía, mortal infierno ya, que arde agua fría.” “Veces que yo mire Cíclope eterno (fantasía mortal) borrón fue mío, cuando armiño se helaba en cano invierno, cuando Fénix se ardía en rubio estío, ya miserable ser, ya objeto tierno, fuego te adoro, ardiente vidro frío, ridícula objeción del tiempo, y vana tarde que encaneció breve mañana.” “Permite, si ya dios corriente y puro, no goza tu mitad, de lecho hermoso lograrme en tu cristal, si no seguro de más deidad, al menos más dichoso: no es tu alcázar diamante, ni es su muro alectro vividor, bronce animoso, cortina trasparente al mar desagüas, que es tornasol, que es camelote de aguas.” “Si enamoras beldad, no ser divino mi humanidad llenó, no soberano inefable poder se juzgó dino de hermosura mortal, de asombro humano todos me reverencian peregrino: atrás dejo vivientes, dioses gano, sola tú que en cristal te desvaneces por parecerte a mí, bien me pareces.” “Tú finges mi beldad, tú imitas sola perfección superior, tú mi luz día, mi jazmín te emblanquece, y te arrebola desojado clavel, que el labio cría: ese que perlas líquidas tremola cristal, carne es en ti, y es carne mía, que alta derivación desta hermosura una hacemos los dos deidad criatura.” “A ti en mí te mereces, si una somos valentía los dos, si una belleza, cuantas estos que miras cinamomos lágrimas dan dolor, lloran terneza: quiebra fino cristal, donde entre pomos te conserva licor naturaleza, ríe divinidad, logra Narciso, que a sí se quiso en ti, que en sí te quiso.” Cuando loco mancebo, al agua hacía tales lamentos, tales vocaciones, la burladora imagen le fingía en parlero cristal, vivas acciones: él, que le llama entiende, y linfa fría quiebra precipitando las razones, que al mar en limpias olas se han perdido, ya en la sonora fuente sumergido. Agua corriente abraza, que en pedazos laberintos de plata siembra esquiva, cuando finge lograr entre sus brazos mortal divinidad, belleza viva; opreso vidro redimiendo lazos en serpiente a los aires fugitiva escapa al loco amante, que contento piensa que prende ninfa, y prende viento. Hallar quiere deidad, y halla sutiles arenas, que en las aguas se envanecen; busca mujer mortal, y son marfiles cuantas bruñidas guijas le entorpecen: traduce vanidad miembros gentiles, cuando vivos las aguas los ofrecen, y él en tal confusión, en tal batalla porque vivos los halla, no los halla. “¡Oh engañado mancebo, que en ti pierdes lo que ganas en ti, ves sombra vana lisonjera burlar márgenes verdes, y lloras, cuando gozas sombra vana!: después que del letargo a amor recuerdes, que se pierde, dirá, cuando se gana, buscaste a ti mentido, y si te miras a ti verdad, lamentarás las mentiras.” “En las aguas está, cuanto deseas, ya mortal, ya amoroso, ya apacible; créete humano a ti, cristal no creas, que es fingida crueldad, que es imposible: tú le das perfección, tú le hermoseas, efecto es de tu causa incomprehensible, que ese volante vidro, que retozas, no lo puedes gozar, si no te gozas.” “Engañado Narciso, en las arenas cuando juzgaba carnes celestiales, trémula viva voz repite apenas, tales ansias de amor, lamentos tales; ¡oh tu divinidad, que sorda suenas, por sierpe olor, por víboras cristales, agua incendio de amor, corriente fuego ¿dónde escondes quietud? ¿Dónde sosiego?” “Si es tu alcázar tan breve, si a un diamante inmensidad apocas hermosura, si estrella eres cristal, luz fulminante en pequeño epiciclo de agua pura: si poca fuente habitas, arrogante aldea, que te ríe y te murmura, ¿cómo puede mentir tanto, tan poco? Si no apócrifa imagen, viento toco.” “Si te tradujo mar, si libre viento perlas te divulgó en lascivas flores, si arena te enjugó, si el Sol sediento te bebió en tanto ardor, muerto de amores si huiste cristalino pensamiento, arrepintiendo halagos y favores, si alta transformación Jove hacer quiso loco de amor, celoso de Narciso.” “Gotas de tiempo nube, lluvias días aquí me anegarán, aquí mi llanto dilatará tus verdes monarquías con soberbia ambición, con loco espanto: espíritu serán lágrimas mías a cuanto argentas término, y a cuanto vulgo de plantas leí, lágrima pones, dictando en oro aljófares razones.” “Aquí me verá el Sol, aquí canoro de Aurora rosicler, clarín arpado, cuando asombrando el Aries, lidie el toro (en provincias de Abril) pueblo enramado; aquí cuando el león guedejas de oro llamas pula feroz, cuando templado venenoso animal, muerda a Eurídice, cuando escamas zafir, el pez matice.” “Centinela seré, jamás perdido, siempre rico de amor, siempre ganado, mi verde juventud, margen florido a tu ardiente cristal será, animado; agua pura deidad, corriente olvido, vidro desdén, en flores malogrado, tú pierdes mi beldad, tú me la escondes; pues huyes fugitivo y no respondes.” Esto decía al agua, y detenella osaba, ya con brazos, ya con pechos; tirándole a los ojos perlas ella, y cristales tal vez saetas hechos: así espacio habitó la fuente bella dando al loco raudal lazos estrechos, pero ya vuelto en sí, y al margen verde lo que ganó cristal, aljófar pierde. Hilos de plata tuerce fugitiva, con que pespunta flor, planta guarnece, y fatigando margen, fuente viva, si ya no humana tempestad parece; desatinado amor, así le priva generoso discurso, así enloquece, soberbia juventud, digno castigo, donde es su propio amor propio enemigo. Fue sazón que mentido en poca peña, tosco balcón al agua trasparente reía del cristal, que le desdeña sátiro pernicioso maldiciente: recatada traición, tal vez enseña espantosa deidad, robusta frente, donde si plumas no, garrotas viles puntas daban al Sol, torpes marfiles. Sátiro era grosero presumido semicapro cebil, joven barbado, lego entre los demás desvanecido, y entre los faunos dioses, dios donado: jamás a ninfa fue propio marido, vagamundo en las selvas desdichado, ridícula objeción de diosas bellas, que burlándose del, cantaba dellas. Cuantos dísticos suyos los pastores en duendes soledades repetían poca divinidad, burlaban flores menos humanidad, valles reían; fueron Apolo y él competidores (tanto ingenios sacrílegos porfían) mas, ¿cuándo araña vil cisne emponzoña? ¿Ni a cítara igualó ruda zampoña? Miraba, en fin, el sátiro la fuente, cuando Narciso vuelto a su porfía se vía en el cristal, y juntamente la formidable imagen, en él vía: y arrojándose al agua de repente (ardiente amor, celosa fantasía) la satírica sombra matar quiere, cuando en la peña el dios de risa muere. Dijo: “Monstro deidad, ¿tú gozas cuanto Júpiter extremó? ¿Tú cuanto el cielo emula admiración, celebra espanto? ¿Vidro gentilidad, risa del suelo? ¿Tú cornífero dios mereces tanto? ¿tú entorpeces beldad? ¿Tú abrasas hielo? Pedazos te he de hacer, y en ansias tales, destroncaba al cristal miembros cristales.” Pensando que ya hacía palpitantes adelfas de coral en la ribera traslada a virgen flor, pasos gigantes, (así le irrita amor, así le altera) el sátiro en locuras semejantes castigada soberbia considera, y por burlar de cerca su hermosura, de la peña a la fuente se aventura. Ardiente sed el rústico ha fingido, y engañando que bebe, disimula, en tanto que el mancebo divertido sus esparcidos miembros acumula, mas viendo que el castigo incierto ha sido, vuelto al cristal que líquido le adula, al sátiro prendió, que besos daba a la fingida imagen, que él formaba. Abrazóle feroz y el temeroso (que era este semicapro dios cobarde tanto que querellar, fauno animoso a Júpiter, de sí, le vio una tarde) pensando reportar monstro celoso espíritu que hiela, vidro que arde, así le dice en rústico argumento con ronca voz, con bárbaro concento: “Yo soy, mancebo ilustre, un dios silvano por venerables partes conocido, mi canto es superior a estudio humano, que sin ciencia, infusión celeste ha sido: no boyerizo, estilo soberano es de mi flauta el deifico rüido, ignorancia es en mi sacra elocuencia, sin sabio afán, sin trabajada ciencia.” “En dotes corporales, ¿qué dios puede opuesto mío ser? ¿Quién barba cría igual a la que puso? ¿A quién concede mi talle el Sol? ¿A quién presencia mía? Toda nueva elección mi gusto excede, no soy zángano en hueca monarquía, prudente abeja, sí, y a la ribera miel elocuencia doy, claridad cera.” “Tal destos bosques, semipán divino soy, como ves, sus ninfas me decoran, todas me reverencian, peregrino, a cuantos montes viven, selvas moran: y esta que ves, milagro cristalino, cuyos ojos cristales perlas lloran, ninfa presa en mi amor, hechizos prueba, y agua frequenta en sí, porque la beba.” “Al fin bajando al valle, si sediento, descuidado también de tal locura, engañoso cristal, mentido viento malogré loco amor, bebí hermosura: ya me escucho abrasar, ya arder me siento transustanciada en mí, fuego criatura, busca mortal amor, beldad viviente, no adores imposible en vana fuente.” No el periodo apenas cerró cuando ya arrogante Narciso le tenía con la pálida muerte agonizando vuelto el sátiro dios materia fría; “¿Tú encarcelas beldad?”, dice alternando palabras y suspiros, que encondía, “Trasládala al cristal, donde la adoro, trasparente veril del solio de oro”. Esto dice oprimiéndole de suerte, que ya la burla el monstro blasfemaba, pues casi en las provincias de la muerte en vez de ninfa, vida vomitaba: en los brazos le carga el joven fuerte, y a la fuente, que aljófares burlaba, le vuelve así diciendo, que a su linfa pague divinidad, traslade ninfa. Responde: “Yo lo haré, si me concedes amada libertad, vida dichosa; vuélveme cautiverio”, dice, “y puedes, libre de mí, habitar selva fragosa”. Entonces dijo: “Impórtame, que quedes en tu eterno cristal, ninfa amorosa”, y en vómito fingido al joven mira, y él llegando a mirar su forma admira. Así pudo escapar el pernicioso sátiro burlador, dios ignorante del esfuerzo gentil del mozo hermoso, enemigo de sí, si de sí amante: discurre el valle bárbaro invidioso, ridícula deidad cuadrupedante y en pájaro temor, y en miedo paso a las ninfas inspira, el triste caso. Viento el sátiro ya, mísero amante, mariposa es Narciso, en fuente bella, circulando gentil, llama diamante, que quiere (no anegarse) arderse en ella: cuantas olas fulmina, uno es brillante rayo ardiente de vidro, en agua estrella soberana deidad, sacro decoro, a esfera de esmeralda, en cárcel de oro. Risa finge la ninfa, que le asombra por labios de marfil, por perlas dientes, y él, dilatado ya, en la verde alfombra, le retorna requiebros diferentes; cuerpo juzga deidad, su misma sombra miembros (vano cristal) hace vivientes, y amoroso de sí, y de sí contrario, ardiente juventud, es mármol pario. Discurre en su beldad, cuyos reflejos en sí, animando están corrientes bellas, despañando cristal, bruñiendo espejos, mejillas aun sin oro barba en ellas; y en orbe ve más claro y menos lejos soles que átomos dan libres estrellas, dedos de Baco a copias por la frente, cabellos son de Apolo en mozo Oriente. Mira cuello marfil, púrpura trechos, preso color en cárceres turquíes, y lágrimas claveles, ve deshechos en círculos, de leche, carmesíes: honra en mejillas albas, contrahechos de soñoliento Sol, rayos rubíes, y mentido de sí, cuanto allí mira, confunde la verdad, vana mentira. Su misma admiración llora admirado, elige, lo que él finge, y hermosea él mismo, es en sí mismo, el deseado, y en la fuente a sí mismo se desea; es el amante y el objeto amado burlando entendimiento vana Idea, a sí, fuera de sí, no en sí, apetece, y por sí mismo, él mismo se aborrece. Cuantas veces en vano ha pretendido besar la fuente burladora, y cuantas las manos en las aguas ha metido, engañando prender deidades santas, cuantas burlado amor, cuantas mentido en quebrado cristal por verdes plantas, y ardientes cuantas, en marfil helado, abrazando las aguas, se ha burlado. Ignora lo que mira y la esperanza ciega, en loco imposible, que le admira, su trasparente adora semejanza, y de la verdad propia se retira: cuanto no alcanza sigue y cuanto alcanza huye, abrasado en líquida mentira, lo que en sí mismo goza al agua ruega, y rogándole, en sí piedad le niega. Esa que sigues, joven divertido, contigo está, contigo sombra bella, al trasparente vidro has traducido, y si en el no te ves, no podrás vella: contigo dél se irá, como ha venido, que no puedes, mortal, escapar della, eso que en ti desprecias, enamoras, y lo que más te sobra, más adoras. Así engaña la edad, así los días venerando su imagen engañosa, que es, divulgando al mar serpientes frías, lisonjera crueldad de acanto y rosa: dulces pierde a los aires, treno días, que repite deidad, peñasco diosa así dice llorando, a la ribera, y Eco responde así en la voz postrera. Lisonjera república de flores, huéspedes soledades, amorosas mas de una vez, a talamo de amores, callada confusión, lascivas rosas: ¿quién padeció jamás ansias mayores? ¿Quién más graves lloró, ninfas hermosas, árboles ya, tormentos desiguales? ¿Ni padeció en cristal, penas cristales? Esa prolija edad, que habéis vivido, ¿vistes jamás tormento semejante? Delante tengo el bien, y si le pido, es imposible amor, siempre delante: deidad vidro venero, que bebido líquido humor, espíritu es diamante, que para acrecentar incendio nuevo, se queda en el cristal, aunque le bebo. No en dilatados páramos divide grave tierra mi amor, no mi tormento gigante mar, que términos reside enojado tal vez, de vago viento; monte no, muro no, poco sí, impide cristal, labio clavel, ámbar aliento, que al juntarnos, bellísima serpiente despedaza beldad, amores miente. Cuantos le quiero dar besos dichosos, tantos quiere lograr, tantos pagarme, pues con labios de perla, y rosa hermosos de la limpia prisión sube a besarme: cuán poco impide rayos amorosos, cuán poco grande bien quiere estorbarme, o tú seas deidad, o mortal seas, sal a gozarte al margen, que hermoseas. Rompe cristal prisión, logra hermosura, no rehuyas gentil piadoso ruego, pues veces que mi mano te procura, la tuya celestial me ofreces luego: si besos voy a darte, en agua pura, con tus labios me sirves, vidro fuego, si te quiero abrazar, del limpio centro con tus brazos me sales al encuentro. Lloras, si estoy llorando, y si riendo dientes me enseñas perlas, risa flores, y por señas, mis señas respondiendo alternamos requiebros, y favores; lisonjero cristal, me estás haciendo cuando ternezas, yo, dulces amores, y aunque premias así míseras quejas, jamás hiere tu voz blandas orejas. Mas sin duda eres yo, vidro mentido, a mí mismo me adoro, a mí me quiero, fuego enciendo cristal, Fénix he sido que renazco en las llamas, donde muero, de mí mismo, a mí mismo, dividido sin poderme gozar, gozarme espero, y si es en mí, imposible, en mí gozarme, o si de mí, pudiera a mí, apartarme. ¿Cuándo vio amor tan bárbaro deseo? De mí mismo, quisiera dividirme, para gozarme a mí, que en mí me veo, y en otro, de mi espíritu vestirme: mas si todo sin mí, es objeto feo, a mí mismo, en mí mismo, he de elegirme, o sí amor, en mí mismo, me animase, o en sí mismo, mi espíritu se amase. Voces perlas, los ojos prosiguieron robando al labio así mayor dulzura, cuyas ardientes lágrimas pudieron, atrevidas, turbar corriente pura; cristal, rubias arenas vanecieron, escondióse en sí misma su hermosura, vanas voces le da, cuando se esconde, y a sí mismo en sí mismo no responde. Deidad, si es imposible en mí gozarte, y en mi hermosura misma, merecerte, ya que en líquido humor niegas tocarte, permite contemplarte, deja verte: por mí, fuera de mí siempre he de amarte hasta sin mí, habitar pálida muerte, así aclamando, en lágrimas deshecho vestidura rasgó, profanó pecho. Piedad niega al marfil, golpes coloran púrpura trechos cándida manzana, salpicados rubís pámpanos lloran, que esmeralda racimos fingen grana; y luego que lisonjas le enamoran retratando las aguas su mañana, sin poder reportar congoja fiera, divertida al calor, es blanda cera. Lágrimas se derriten profanadas, divinidades puras, si no al viento burlan jazmines, rosas deshojadas, (tal es su incendio amor, tal su tormento) ramas son blancos huesos, desatadas las carnes ya del primitivo asiento, ya consume marfil, ya nácar pierde, traduciéndose el Sol, vanidad verde. Burlada juventud, beldad perdida, Eco vengada ve, ve Sol deshecho, y aunque peña, le llora enternecida, que olvida por su mal, el que le ha hecho; los suspiros que el triste al viento olvida, ella le acuerda, y lanza de su pecho, cuantos golpes se da con fieras manos, tantos en ella son acentos vanos. No dijo vez: “Ay triste, que él, ay triste, humano pedernal no respondiese; ay Eco, que aun peñasco le venciste, dichosa tú, si el mozo te entendiese: ya, diamante beldad, ves, amatiste esa es la juventud, el Sol es ese, planta juzgas apenas, la hermosura, esto dura la edad, esto el Sol dura”. Tú, peña vivirás, y él, flor pequeña destroncado será en purpúrea Aurora, en ti, la eternidad la fama empeña, y en él, el proprio amor, aun no edad, ora vive monte inmortal, gózate peña burlando juventud, que en flor se llora, eso heroica virtud vive, eso adquiere, y así descuido humano, planta muere. Ya Narciso desnudo en joven Mayo, Diciembre se miraba riguroso, lo que fue Sol en él, lo que fue rayo, pintaba confusión el vidro undoso; y en poca voz, en último desmayo dijo: “En vano”. “Querido mozo hermoso, ay de ti, y ay de ti”, respondió aquella, que peñasco le amaba, ninfa bella. Miró el cristal, que estampa aborrecida libre le retrató, y apenas labios pronunciaron, a dios, voz repetida de la ninfa piedad, a flor agravios: la cabeza a la hierba traducida donde pudiera hacer discursos sabios, planta se vio de pájaro picada, (ninfa debió de ser menospreciada). Los ojos se escondieron admirados de ver hierba beldad, y aun no contentos, pasando la laguna estigia osados, se ocuparon en verse más atentos: así vil proprio amor, vio castigados torpes desprecios, locos pensamientos, tal es la mocedad, tal la criatura, ejemplo sea pues, flor hermosura. Tan cerca ya las ninfas discurrían, que la postrera voz al mozo oyeron y aunque agravios de amor, se enternecían; que su muerte en los ayes presumieron, al sátiro culpaban y ofendían; las náyades y dríadas trujeron andas, hachas, y fuego, sin decoro, surcando manos nieve, mares oro. Rayos hebras al Sol enmarañaban, que en pedazos de luz lisonjas eran, todas misero mozo lamentaban, y en los brazos, mortal gozarle esperan, cuantas vozes perdían, remedaban labios peñas, que amando perseveran, buscan beldad que el margen les reserva, cuando ignorantes pies, la pisan hierba. No encuentran juventud, no ven belleza más, donde dijo el sátiro que estaba (oh asombro a la inmortal naturaleza) cándida flor al Sol lisonjeaba: lilio admiran sutil, beldad fiereza, que a espíritu amarillo, cuerpo daba, blancas hojas, que miembros organizan, y suspiros olor aromatizan. Cándida emulación era azucena mas no en la calidad, no en la fragancia, remedo lilio sí, flor si no ajena de su forma, no flor de su importancia: llora virgen deidad en fuente amena, flaca disminución, fuerte arrogancia, y corona, a la planta, el sacro coro, la pudo destroncar su aljófar lloro. Quien la huele sutil, quien la retoza, quien la toca amorosa, quien con tiento al labio la traslada, quien la goza haciéndola mortal su entendimiento; quien amor envejece, quien remoja vieja pasión, quien medra olor aliento, quien lasciva la canta, quien la llora, y el flor ingratitud, vidro enamora. Vulgo animó en Acaya el cuerdo aviso de humanidad, engaño lisonjero, ya en las lenguas de Grecia es flor Narciso, si infierno fue, si indignación primero: lamentaron Liriope y Cefiso la burlada deidad, el santo agüero sabio oráculo fue, pues cierto fuera que lograra su edad si no se viera. Concurrieron al valle los pastores, los sátiros y faunos maldicientes, y capitán a ejércitos de flores hallan, robusta edad, miembros vivientes, dísticos eternizan sus rigores, epigramas divulgan diferentes, himnos pierden al aire jubileos, glicónicos siguiendo asclepiadeos. Unos lloran su edad, otros flor cantan su juventud fragante en margen verde, cuyos humos al aire se levantan, que en su vago cristal los cobra y pierde; todos juntos al fin el caso espantan, y él, sin que edad mortal jamás acuerde, lisonja es de la fuente lilio hermoso, siempre amante de sí, siempre celoso. Cuantos pastores hubo, lamentaron la miserable acción, ahora ahora, robusta juventud que veneraron, y ya pálida flor, en blanca Aurora: así fértiles años acabaron, desengaños así, loca edad llora ámese instante a sí, en cogollo tierno quien burló lo inmortal, rió lo eterno. Multitud vaneció la selva umbrosa, solo quedó Narciso, mas mentido a procesión en copia religiosa, el sátiro vengarse ha pretendido, vil quiere destroncar lisonja hermosa, que a requiebros olor, enternecido el líquido cristal, parar quería, que riéndose dél, al mar corría. Falso probó cortar lilio flamante sacrílega venganza en flor divina, que siempre el pernicioso, el ignorante estraga la virtud y la doctrina; mas apenas llegó, cuando diamante engrifada la fuente cristalina pedazos de cristal le tiró, tiernos aljófares quebrándose en sus cuernos. Huyó el sátiro vil alborotado, el lilio blasfemando vengativo (que cuando es sabio estudio profanado, brota entonces espíritu más vivo) Narciso de sí mismo enamorado venerando quedó el cristal nativo, y de ver que le burla, y le desdeña lamentándose está su amante peña. Quedad pues juventud, adonde os quiso el tiempo castigar, ya os tronque fiera, ya sátiros os profane, ya Narciso animal os malogre en la ribera, ya a tierna vanidad seáis aviso, ya aprobación al que estimaros quiera, ya frente coronéis a ninfa hermosa, que víctima seréis siempre olorosa.